La vida es un tren con un recorrido bien marcado, salimos y acabamos todos en la misma estación y quien sabe lo que a cada uno nos aguarda durante el recorrido, o lo que uno acepte, busque o encuentre en cada parada.
Uno enciende el televisor, pone la radio o lee la prensa alimentandose de los sucesos, acontecimientos de la vida de otros, sale a la calle y comparte junto con los que les rodea partes de lo que conforman su día a día, pasan los días, meses y años cada vez más rápido, cada vez nos fijamos menos de lo que acontece a nuestro entorno, el mirar por la ventana en busca de algo que sea distinto, nos lleve la mirada y que quizás encienda nuestra alma. Pero es cuando vemos el final, nuestra última parada, y negociamos con el maquinista para que haga la vista gorda y al menos nos deje otra más, o una más alejada, y él nos comenta que tiempo hemos tenido, el tren no ha dejado de mostrarnos, bellos momentos, preciosas estancias, que hemos sido nosotros mismos los que hemos mirado hacia otro lado, caminando de vagón en vagón hacia ningún lado, los que hemos desperdiciado este valioso tiempo que se nos ha regalado.
Hechas en recuerdo la de cientos de manos que se te han arrojado,y a ninguna te hubiste agarrado, por qué fuiste joven y fiero, maduro y risueño para acabar siendo áspero y viejo, quizás por ira, quizás por miedo, pero has sido tú y simplemente tú el que has alejado a toda la gente que en ti vieron algo bueno, pero tranquilo que tu destino no es ser un simplemente viajero, porque aunque no lo creas siempre serás parte de aquellos que por ti abrieron las puertas del cielo, y te hicieron hueco por siempre en sus recuerdos, dejarás de estar anclado al suelo y volarás cientos y cientos de metros por encima de los sueños.
Así que piensa, actua, vive y disfruta, pero jamás intentes negociar con el maquinista, pues no tiene la culpa, de que tú no hayas vivido hasta el último de tus suspiros una vida plena y completa, ya que el sólo hace su ruta, tú el que la usa, tú el que la vive, el que la dibujas.
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