Domingo 27 de Abril, 7:15 de la
mañana suena el despertador y tras pelearme un poco con las sábanas y decidir
si incorporarme al mundo de los vivos o al de los sueños decido poner un pie en
tierra para afrontar un día de grandes sensaciones. Las primeras tareas
rutinarias de la mañana, desayunar ligero, arreglarme un poco la cara de rocky
con la que parece ser que me he levantado y preparar las cosas para lo
realmente importante del día, mi primera gran carrera: la Rock ‘n’ Rol Madrid
media maratón.
Dudo entre ropa térmica o no,
mallas o pantalones cortos y poco más, me calzo mis herraduras de siempre y espero
a mi hermano, bueno más bien él a mi como casi siempre, para ir rumbo a retiro
con una pequeña parada para recoger a más valientes para la carrera.
La mañana es totalmente clara, lejos
se han quedado las nubes y cierto viento, odioso para todo runner, de días
anteriores. Todo presagia que el día va a ser estupendo, estupendo para sufrir.
Son las 8:30 y conseguimos aparcar el coche relativamente cerca de la salida de
la carrera, Plaza de Cibeles, asique decidimos calentar hacia la línea de meta
con un suave trote para quitarnos nervios y ver que todo estaba bien para empezar,
pero por mi parte malas sensaciones y es que mi preparación no fue nada idónea,
teniendo que forzar los dos últimos días un kilometraje consecutivo de 5,5 y
9,5 km en mis piernas, nada aconsejable lo sé, pero la necesidad de coger algo
de forma y ver que mis piernas eran capaz de asentar bien los 21,1 km que me
tocaría sufrir en ese domingo, me hizo tomar tan mala decisión. Ello me acarreó
una alta sobrecarga en los isquios que padecí en gran parte de la carrera.
Se hacen las 9:00 y por fin,
pistoletazo de salida y cada uno de los que fuimos a la carrera por su cuenta,
la mejor opción ya que cada uno sabía a lo que aspiraba, y las fuerzas con las
que avanzaba, por mi parte del km 0 al 6,5 a la altura de las grandes torres de
Madrid, fue donde peor me sentí, dolor muy intenso y según mis registros en la
carrera, el momento que peor promedio llevé, me hizo dudar de que pudiese llegar
a mi objetivo, terminarla. Nada más lejos de la realidad puesto que a partir
del 7, un kilómetro casi entero del 8 al 9 de bajada, relajó mis piernas doloridas
e hizo que empezase a poder correr de forma más cómoda, a medida que avanzaba
la carrera más claro me quedaba que estaba en mi mano, no todo fue de corrillo
porque tuve que salirme varias veces de las trazadas más normales, para
conseguir correr por los caminos de tierra y de breves momentos de césped que
colindaban a la carretera principal, sin duda uno de los puntos claves que me
hicieron terminar sin dolor.
Llegados al kilómetro 13,5
nuestra carrera se bifurcaba: valientes de frente, mi categoría, héroes a la
derecha: los maratonianos, gente hecha de otra pasta: de dolor, sufrimiento,
sacrificio y valor. En ese momento los de la media dejamos de estar totalmente arropados
por la gente e incluso el grupo mostraba huecos en los que a veces costaba
mantener el ritmo, al no tener las mismas referencias que km anteriores. Seguía
avanzando la carrera kilómetros 14,15,16 y las piernas totalmente recuperadas,
y veía como mi ritmo bajaba y bajaba por km, en los momentos de cuestas que más
gente se quedaba atrás, más conseguía adelantar yo, iba a resultar que cumplía
mi objetivo de no rendirme y conseguir acabarla sin parar, bajar de 2 horas y
mi último objetivo bajar de 1:50.
La carrera terminó torciendo hacia el parque del retiro donde en la meta nos aguardaba muchísima gente separada por
vallas, por momentos tuve la sensación de ser un ciclista al cruzar la meta del Alpe d´huez o similar, porque para mí el sacrificio fue el mismo, y la ilusión igual, al final conseguí cumplir y pasar la gran meta en 1:49:08.
Mis próximas metas serán la de bajar
tiempo año a año y la final la del maratón. De momento este aspirante a
Espartano se queda en simple Arcadio con espada y escudo pero con ganas de por fin
ganarme el manto rojo y el lambda en mi pecho.
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